domingo, 8 de abril de 2018

YO QUIERO UN MARIO VAQUERIZO

A Alaska la conocemos todos desde pequeños. Con la Bola de Cristal y sus grupos de música, la película de Almodóvar, y más grupos de música. Reinvención y ¿cuando reparo yo de verdad en ella?  Cuando un chico, que era el empollón de la clase de Periodismo, empieza a llevarle difusión. Muy pijito, muy comedido, el tal Mario Vaquerizo se hace un hueco en la vida de todos a través del reality de MTV que podría haberse llamado "Más es más". 


Mario es simpático y cañero, cabraloca y muy serio. Algo así como la suma de los dos chicos antagonistas de lo que nos enamoraríamos todas, al menos las de mi generación.

Porque es buen tío, simpático y tiene ese rollo pícaro. Tomar cañas con él como entrar en un paraíso de risas, buen rollo y amigos para siempre. Mientras yo sacaba estas conclusiones, Alaska pinchaba en un local de Zaragoza y yo le hacía compañía a Mario que entonces era muy menos famoso que su Olvi.

Hablamos bastante rato. Mario lleva el buen rollo dentro y sólo se rodea de gente que lo considera tóxica. Mario ama a su familia, a sus vecinos a sus amigos y a su Olvi - y su suegra- America, sin dejar de ser como él. Y en una llamada de teléfono resuelve unos bolos para Marlango. 

No es locura lo suyo sino industria. Rodearse de gente preparada para crear un producto que podrá gustar o no, pero que embelesa; que dá qué pensar. Alaska está punto de terminar de pinchar discos y Mario me propone haber chino. Comienza él y yo le sigo. Durante diez minutos mantenemos una conversación demencial pero muy entretenida, porque ninguno de los dos hablamos ni entendemos chino. Y nos morimos de risa. 

Ciao, amor.  (Y si lo clonaran? Propongo que clones a Olvi y a Mario y que todas podemos tener marios y olvis en casa. Di que mi abuela le daría por ponerle traje de flamenca para colocarlo encima de la televisión). Pero a este mundo a veces un poco triste, la presencia de Marios y Olvis nos subiría la moral. 

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