lunes, 10 de octubre de 2016

EL PILAR DE UNA INMIGRANTE AL 10 POR CIENTO

Zaragoza tiene eso. Que he nacido aquí. Que todas mis referencias vitales se encuentran aquí. Hoy paso un tiempo aquí, por un tema de salud. Esta emigrante está contenta de estar en su tierra ahinqué sea al 10 por ciento. Necesito tranquilidad, descanso, una dieta sana y paseos por la ribera del Ebro. Mi doctora en Francia lo tuvo muy claro cuando me dio la baja médica:
"- Para recuperarte tienes que ir a tu casa". Lo que no sabía la doña es que llegaba en plenas Fiestas del Pilar y que vivo en la calle Alfonso. 
Pero no importa. O al contrario: importa mucho. Todo el aire está impregnado de alegría y optimismo. Me rodea una inmensa nube de energía opalescente, de esa que crean las miradas brillantes de los niños y las niñas cuando descubren a lo lejos las luces y la melodía de un carrusel. Hay grupos de adolescentes con el pañuelo llamado cachirulo al cuello - cuadros negros y rojos - con las gargantas maceradas en alcohol. Los creyentes y yo misma que soy algo idólatra, entramos a ver a la Virgen del Pilar. Enciendo las velitas aunque sean eléctricas porque la luz mantenga a raya las tinieblas, como el arcángel San Miguel pelea a diario en el monte que lleva su nombre en Francia contra el maligno. 
Gente que canta, que hace malabares, que vende tablillas en las que ponen tu nombre. Cada "pilares" hay una moda y este año es la de las coronas de plástico de colores con luces dentro. Zaragoza, al pie del Ebro, tiene algo mágico. Algo ancestral y telúrico que reúne estas fiestas a miles de personas. Que  desde hace semanas las madres, tías y abuelas están componiendo los detalles que faltan de los trajes típicos aragoneses para la ofrenda del día 12. Antes eran uniformes, como recuerdo de pequeña. Con los años se mira más el detalle de esta indumenta del siglo XVIII. Durante una época de la vida te apetece tener traje de dama aragonesa con sus complementos abigarrados. Con el tiempo agradeces llevar el cómodo y sencillo traje de huertana, que las madres miran con cierto recelo. ¿Qué es eso de cambiar el mantón de Manila de toda la vida por un pañuelo de labriega? ¿Los zapatitos de tacón por alpargatas? ¿Las medias de garbanzo por calcetines azules bajo medias negras de faena? Y por eso las madres se han pegado un año revisando libros e informaciones por internet para ver cómo se vestían las huertanas de buena familia. 
De hecho, este año me he encontrado con una finísima mantilla blanca de encaje para ir a misa, yo que no voy a misa, y un pañuelo de seda color rosa empolvado. Mi madre me ha confeccionado un delantal de hilo blanco con puntillas y le he prometido cambiar alpargatas por zapato negro con cordón. 
El Pilar - como fiesta- es mágico y allí nos reuniremos toda la familia a comer, aunque mi medicación me ha quitado el hambre y me limitaré a jugar con la comida mientras disfruto de que estamos todos con ganas de reír y de disfrutar sobre todo de que estamos todos. 
Tengo los ojos brillantes como los niños. Soy una niña más cuando veo llena la plaza del Pilar que es donde resido en Zaragoza. Veo globos de colores, gente con sus mejores galas y enormes sonrisas, como si todos compartieran un gran secreto. Yo sólo he bajado a la farmacia pero me dejo querer por estos flujos de bienestar colectivo. Un mendigo sin dientes me sonríe y me pide para un bocadillo. Le devuelvo la sonrisa y se lo compro, pensando que le va a durar un montón el jamón. Y subo a casa, desde donde escucho toda la fiesta. 
Mientras escribo esto, David gana el bote de Pasapalabra: 1.800.000 euros. Es un juego con el argumento de la lengua española. El mundo tiene nauseas por las declaraciones de Donald Trump y unos imbéciles intentaron ayer quemar a una mendiga en Daroca. No es no, mientras anoche hubo una violación en Zaragoza, los medios están al rebufo de los presuntos violadores sevillanos de una chica de 18 años en Sanfermines. 
El mundo está en crisis con guerras y ventas de armas a gogó. España no tiene gobierno y no sé si iremos a las terceras elecciones o pactarán PP y PSOE. Dicen que van a entregar varios ayuntamientos sostenidos por votos del PSOE. 
Cuando los franceses decidieron quemar el Pilar, en nombre de la Razón, las tropas polacas que iban con ellos, muy creyentes, los disuadieron de semejante idea. El Rey felón nos había vendido a los franceses pero los aragoneses somos muy tozudos y hubo dos sitios que causaron la admiración de los generales franceses. Pero perdimos, vaya si perdimos. Quizás para siempre se nos fue la rasmia. La misma rasmia que nos impide salir a la calle para dejar de perder. 
Pero hay una época del año en el que volvemos a ser medio idólatras, medio criaturas. Nos mueve la música y el baile. La calle y la aún brisa cálida, que mañana, dice la tele, se convertirá en cierzo y pasado en agua. 
Huele a Zaragoza, aunque no sé a qué huele Zaragoza. Pero me gusta. Ibera, romana, sin olvidar a Antonio Beltrán y a Luis García Nieto. A Miguel Angel Yusta y sus coplas, a Labordeta y su pregón inolvidable. A Conchita Carrillo. A María José Cabrera. A Juan Bolea cuando trajo a Michael Jackson. O cuando montó la de Dios es Cristo cuando quiso traer a los Rollins y en su propio partido le dijeron que mejor Norma Duval. Y se las piró para cuajar una maravillosa carrera como escritor de novela negra. Paco Franco y su pasión por la hípica. Enrique Lafuente y su Baturro bizarro. Que viva la jota y que viva Aragón. Disculpen pero me ha salido así de corrido. Cosas de una inmigrante que este año si que va a estar durante las Fiestas del Pilar, aunque sea al 10 por cierto. Sean felices, por favor. 

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