Zaragoza huele a casa. A hogar. Cuando el avión toma tierra siendo el deseo incontrolable de besar el suelo, aunque no puedo explicarlo. Supongo que tiene que ver con las raíces, con las emociones y por eso es algo visceral.
Soy feliz ya en el aeropuerto, en la cinta de equipajes y cuando me monto en el taxi, de regreso a casa. Mi casa sigue estando cerca de la Plaza de las Catedrales, Plaza del Pilar. Los romanos instalaron allí el foro y hay algo en mis entrañas que me dice que es anterior a los romanos, a la Salduba íbera y que tiene que ver con una fuerza primigenia y universal. Entro, maleta en mano, a rezar ante la Virgen del Pilar, que para mi siempre ha sido anterior al cristianismo. Desde pequeña fabulé una historia mientras el resto de niñas rezaba el rosario: en la época prehistórica ya se adoraba en el Valle del Ebro, entonces el Río Padre, a una entidad femenina relacionada con la Piedra, con la Tierra. Yo la llamé la Diosa de la Piedra en mis fantasías infantiles y juveniles y ante el templo caverna en la que residía, no lejos de esta basílica, peregrinaban mujeres de todas las tribus y aldeas para solicitar perpetuar la especie. La Diosa de la Piedra era símbolo de maternidad, de fertilidad y de poder.
Hubo un tiempo en el que entendí que para la supervivencia de las gentes de estas tierras hay dos arquetipos fundamentales: el Río Padre= Ebro y la Diosa de la Piedra=Virgen del Pilar. En nuestro ADN están instalados de tal manera que no hay zaragozano que en su fuero interno no se conmueva ante la Virgen, en un momento ingrato, aunque sea ateo, o ante la amenaza de que se lleven el agua del Ebro. Y no hay quien lo sepa explicar.
Sea verano o invierno la plaza tiene una sístole y diástole especial y yo me hago una con este latido. Y entonces siento que estoy en mi sitio. Como si fuera la pieza de un gigantesco puzzle en el mapa de la creación.
Quedo con Belén y nos vamos a dar una vuelta. En la esquina de Don Jaime, donde la pastelería Fantoba, me encuentro con un Pedro más excitado de lo común. Los presento y pregunto: "pero Pedro ¿qué es eso de que vas en una lista para alcalde?". Me responde que es "una locura pero una bendita locura". Nos reímos ante la idea de que pueda ser el próximo alcalde de Zaragoza. Pedro es un abogado de causas casi siempre perdidas. Bien lo sé por tantas reuniones en el barrio del Gancho, hermoso pero marginal en parte. Pedro en el barrio es "Pedrito, el abogao"o también "el marido de Ana la electricista". Cuántas reuniones en la Asociación de Vecinos siempre para causas sociales: intentando asegurar desde una comida para las criaturas del barrio en el colegio, para que al menos fueran a sus casa comidos. La renta básica universal. La recuperación del espacio Luis Buñuel y yo diseñando para Pedro incluso desde París la radio y la tele social para el barrio.
Se echa el rebelde flequillo hacia atrás... No puedo ni imaginar en ese momento que Pedro efectivamente saldrá elegido alcalde de la ciudad meses más tarde y que llegaré ese mismo día en avión para verlo. Hasta el último momento no me lo creo.
No conozco a nadie de las personas de las que se rodea. Pienso con tristeza que Zaragoza ha ganado a una buena persona como alcalde pero que yo he perdido a un amigo, al menos mientras sea alcalde. O que quizás yo lo he sentido más amigo que él. Eso también puede pasar y pasa muchas veces.
Fernando va a ser concejal. Cuanto me alegra con lo mal que se lo han hecho pasar con la poca edad que tiene. La vida pocas veces te da satisfacciones tan grandes como ver lo que le han ocurrido Fernando, porque todos somos Fernando en ese momento. Es lo así como Justicia Universal. No entro en temas de partido o ideológicos porque no me creo los partidos y me creo las personas.
No puedo a estas alturas sino extrañarme de que mientras me alegra que ellos estén ahí, otras personas lo están pasando mal porque han perdido sus puestos, como Carlos, Roberto, Lola o Jorge. Pero eso es la política: el nunca saber por qué suceden las cosas, aunque está bastante claro que siempre hay quien mueve a los títeres que mueven las marionetas.
Podemos ha apoyado a Pedro para que saliera elegido en las primarias de Zaragoza en Común pero yo no recuerdo que Pedro fuera de Podemos. Es antimilitarista pero no lo sé situar políticamente.
Ha pasado ya un año desde que Pedro es alcalde y Fernando concejal. Y yo he seguido yendo y viniendo en un Zaragoza-Paris que no cesa.
Me siento vieja. Muy vieja. En cada viaje me sale una arruga en el alma. Voy a ver a Pilar, a la que acaban de operar por segunda vez de gravedad. Nos conocimos en la toma de posesión de Pedro y nos hemos hecho amigas. Ya no he tenido relación con Pedro aunque alguna vez he coincidido con Fernando cerca de casa y se le ha puesto el cabello blanco. Fernando ha sacado una novela que va de mujeres. Una maravilla que se titula "Victoria". De temas políticos me entero poco. Ahí soy más parisina que zaragozana. Anne (Hidalgo) me hizo sentir parisina tras el atentado del Bataclán. Me hizo llorar mucho en su discurso.
Soy más de Anne que de Pedro, reflexiono, porque ella es mi alcaldesa. El otro día, en la calle Rívoli, a la altura de la Mairie, vi a a Anne y la saludé en español. Esa sonrió entre una nube de funcionarios antes de desaparecer. Sigue siendo muy andaluza aunque sea muy parisina.
A lo mejor a París vamos a parar todos los que sabemos de dónde somos pero no hacia dónde vamos.
En París hacía un sol poco habitual. Luego llovió y me quedé con las botas de ante azul cielo hechas unos zorros, así que tuve que comprar otro calzado para no morir de un resfriado. ¿A qué imbécil se le ocurre llevar una prenda de ante en Paris? A mi. Y las seguiré llevando, que es lo peor.
Anne tiene una hermosa sonrisa y sigue diciendo "cashondeo" como cuando llegó a Francia de pequeña, con sus padres emigrantes andaluces que se instalaron en Lyon. O puede que lo aprendiera más tarde en su Cádiz natal.
Regresar a España.
¿Podré algún día regresar a vivir a España?
No tengo la menor idea. Todo el mundo en España me dice que tengo mucha suerte y que no regrese.
Porque no están fuera de su país. Bueno, casi todo el mundo. Hay quien comprende que la felicidad no tiene nada que ver con vivir en mansiones o viajar por todo el mundo.
¿Y por qué me siento tan bien en Zaragoza? Pues no lo sé. En cuánto mi latido se acompasa al de la Plaza del Pilar, el antiguo foro romano, se que estoy en casa.
Adios Anne, hola Pedro.
Aunque sea sólo por un par de semanas aquí se pueden llevar prendas de ante de color azul cielo.